Cinco millones, la recaudación del estreno de Cruyff con la elástica granota

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Advierten las crónicas contemporáneas que el estreno de Johan Cruyff con la camiseta azulgrana y con el nueve a la espalda fue grisáceo. Enfrente se posicionó el Palencia, un equipo que, por aquellos tiempos, degustaba la categoría de Plata. La escuadra palentina, integrado por un grupo de honrados jugadores que trataban de mantener el tipo en Segunda División A, se convirtió en una especie de convidada de piedra. Sin buscar la gloria, se citó con un momento histórico para la entidad de Orriols; un instante que quedó grabado en la memoria de los aficionados azulgranas.

Aquella tarde de marzo en el Nou Estadi todo gravitó en torno a la figura del atacante holandés. El Levante y Cruyff conformaban una extraña ligazón. Sus fuerzas eran antitéticas. Recalcan las fuentes de la época que la grada, del hoy Ciutat de València, no registró un llenazo legendario, tal y como se pronosticaba en las horas previas ante el pedigrí del futbolista que se presentaba en sociedad como portador del escudo granota, pero había ambiente. La recaudación de la confrontación fue jugosa. El Levante ingresó cinco millones de pesetas a sus maltrechas arcas. Cruyff no hizo el partido de su vida ante el Palencia, pero como contrapartida sí que confirmó las expectativas económicas que los dirigentes blaugranas habían puesto en la contratación del futbolista holandés. No en balde, uno de los planteamientos acentuados en la hoja de ruta era el ascendente que Cruyff podría tener sobre la masa social, un aspecto que se traduciría en un aumento de los seguidores en los partidos que el Levante tenía que afrontar al calor del coliseo del barrio de Orriols, al margen de elevar el nivel deportivo de un bloque que se había metido en la zona alta de la tabla. Por desgracia, la historia no siguió las pautas marcadas.     

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