Siete minutos fueron suficientes para que Vyntra convenciera a Juan Ignacio Martínez

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Siete minutos. Ese fue el escueto margen temporal que necesitó Vyntra para hacer inventario y acopio de sus cualidades futbolísticas con el fin de fascinar a Juan Ignacio de sus posibilidades y de la excelencia de su contratación. La historia estuvo marcada por la celeridad más absoluta. El jugador burló las invariables leyes del tiempo para seducir al preparador y alinearse de inicio en el once de la escuadra granota en el duelo inmediato a su conversión en jugador levantinista, pero todo relato tiene un origen y una génesis y hay que asomarse por su principio. El viernes 8 de febrero de 2013 Loukas Vyntra pisaba por vez primera el interior del vestuario del Estadio Ciutat de València. Era la última sesión de la semana previa al partido que el Levante debía afrontar ante el Málaga.

El central griego acababa de formalizar su nueva relación contractual con el Levante. El defensor heleno siguió el protocolo establecido; conoció en primera persona a Juan Ignacio Martínez, propietario del banquillo granota, y a la totalidad del cuerpo técnico que escoltaba al preparador alicantino e inmediatamente, y tras calzarse las botas de tacos, dirigió sus pisadas hacia el interior del verde del feudo de Orriols acompañado por Nikos, convertido, desde esa fecha, en una especie de guía espiritual por mor del ascendente griego compartido. Una hora y media después, el jugador alcanzó los vestuarios y averiguó que estaba incluido en el listado de los dieciocho jugadores convocados por el técnico para asumir el reto liguero ante la escuadra malacitana.

En ese momento quizás ni tan siquiera fuera capaz de intuir que saltaría al tapete con la elástica azulgrana con el número seis pegada a su espalda. Huelga significar que la condición de titular que adquirió en el armazón levantinista fue realmente meteórica. Los hechos se produjeron a una velocidad supersónica. Vyntra aterrizó en el aeropuerto de Manises en la tarde-noche del jueves 7 de febrero después de formar parte de la relación de convocados para el duelo que Grecia afrontó ante Suiza. El defensor marchó al hotel para descansar y madrugó en la jornada siguiente para presentarse en el entrenamiento matinal. El sábado, 9 de febrero, al filo de las 21:00 horas se posicionó en el eje de la zaga blaugrana en el corazón del coliseo de Orriols junto a David Navarro para estrenar su currículum como futbolista adscrito a las filas del Levante en el marco de la Primera División. Quizás el defensor no fuera consciente de todos los acontecimientos que estaban surgiendo a su alrededor. De repente, focalizó la atención.

Estaba en el punto neurálgico de la acción. Se sentía observado y analizado, pero se sentía seguro porque las maniobras se sucedían en el campo allí donde se manifiesta su praxis. En cualquier relato hay una causa que ejerce de propulsor de los sucesos vertidos. Y, en ocasiones, su fuerza es voraz y quebranta los códigos establecidos. Juan Ignacio Martínez acostumbraba a ejecutar en los entrenamientos prácticas muy intensas que duraban siete minutos. Los jugadores se dividían en varios grupos y se sumergían en este tipo de ejercicios. Con Ballesteros fuera de combate por una lesión de grado uno en el bíceps femoral había que recomponer el esqueleto de la zaga. El técnico seguía con especial interés los movimientos del defensor griego. Cuando decretó la conclusión de esta operación ya había tomado una decisión al respecto; Vyntra se incluiría en la retaguardia para hacer frente a los temibles atacantes del Málaga. Fue su estreno con la camiseta granota.    

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