Un Volkswagen rojo, la boda de mis cuñaos y el ascenso del Levante de Muñiz

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Justo hoy se cumplen cuatro años del regreso del Levante a Primera División. Fue un sábado por la tarde repleto de emociones.

Huelga suponer lo que significa celebrar un ascenso a la máxima categoría en las jornadas finales de abril.

Sí. Es cierto la temporada fue estratosférica. Desde su alumbramiento en Soria hasta el epílogo.

El Levante se propulsó con la fuerza de los súper héroes y seis partidos antes de echar la cancela al ejercicio liguero ya sabía que volvería a formar parte del ecosistema de la principal categoría del fútbol español apenas unos meses más tarde.

Imagino que todos los presentes en aquella lumínica cita, capitalizada por el inolvidable gol de Sergio Postigo, tendrán algún recuerdo que prevalezca sobre el resto.

A veces es mejor no hacer planes. En el caso de que salgan mal puedes pensar que todo conspira en tu contra. Algo así me sucedió aquel día. La jornada del 29 de abril de 2017 estaba enmarcada en rojo en el calendario familiar. Ese día se casaban Emma y Ximo. Ellos fueron bastante más precavidos que Eva y yo y lo anunciaron con mucho tiempo de antelación.

Cuando formas parte del circo del fútbol, aunque sea en los estratos más ínfimos, sabes que entre julio, es decir cuando arranca la pretemporada, y el final del curso, allá por el mes de mayo, no eres dueño de tu vida. Todo gravita alrededor de la disciplina del balón. Estás sometidos a sus déspotas dictados. Y sus movimientos pueden ser muy caprichosos. Yo por entonces era jefe de prensa del Levante.

A partir de enero de 2017 las cuentas parecían cuadrar. Aquel Levante envalentonado se mostraba despiadado con sus adversarios. Encadenado a los triunfos, la ventaja adquirida era superlativa. Nadie era capaz de maniatar al colectivo de Muñiz sobre el verde. No parecía descabellado ascender en las últimas semanas de abril. Y la fecha del 29 de abril ondeaba reclamando atención desde un prisma familiar.

Lo que empezó siendo una broma entre nosotros acabó convirtiéndose en una realidad. Yo hice fuerza para subir en Cádiz (1-1), pero las posibilidades eran exiguas. Una semana después todo cambió. El duelo entre el Levante y el Oviedo quedó pautado para la tarde del sábado 29 de abril a las 18:00 horas. Y el ascenso era un hecho consumado si el bloque de Muñiz desgranaba el duelo. Los números eran aclaradores y las matemáticas categóricas.

Sí. Están en lo cierto. La vida confabuló en mí contra.

¿Qué hacer entre un ascenso del Levante y la boda de mis cuñis? Yo sé que para los granotas acérrimos no hay debate. No hay elección posible: el ascenso, dirán sin pestañear.

En mí caso era una cuestión además profesional. Por suerte la familia de Eva es muy, pero que muy futbolera. El compromiso profesional conjugaba con una obligación moral por cuestiones más que evidentes. El gen granota está impregnado en mí desde la noche de los tiempos.

En mí época de reportero o de juntapalabras, así todo junto, como me decía un jugador con el que coincidí en el CD Castellón, aprendí a bilocarme. Así que lo intenté. La boda de Ximo y Emma fue en Albaida en un chalet muy cuco. Como las bodas que se precian sabías cuándo empezaba el asunto, pero no tenías ni idea del momento de su final. De hecho, en el enclave elegido había unas cabañas para pasar la noche del sábado a domingo.

Aquello iba en serio. La extensión de la boda no tenía limitaciones temporales.

En realidad, los protocolos ceremoniales comenzaron la noche del viernes en el jardín de la casa de Emma. Las tradiciones hay que perpetuarlas. Y la tradición en Alfarrassi dice que la colla de la novia agasaja a la susodicha durante la noche de autos. Un Volkswagen rojo, la boda de mis cuñaos y el ascenso del Levante de Muñiz. No es un titular de ‘La que se avecina’. Fue lo que vivimos Eva y yo aquel fin de semana. 

Nuestro Volkswagen rojo trasladó a la novia desde Alfarrassi a Albaida. Vi la ceremonia en la sesión matinal del sábado y ahí acabó mi presencia en el enlace.

El Levante estaba concentrado en el Hotel NH Las Artes. Muñiz, un hombre de costumbres, no abandonó las rutinas. La expedición tenía previsto salir a las cuatro de la tarde para el campo. Yo me sumé al grupo a esa hora para celebrar el quinto ascenso de la historia granota a Primera.

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