Paco López, Uno y Trino del Levante U.D.

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Les puedo asegurar que la militancia en las filas del Levante y presumir de tal condición en la Valencia de los años setenta y ochenta era harto complicada. Ya no les digo la dificultad que entraña saltar al verde del Ciutat de València como futbolista profesional del equipo granota. Y si ya eres capaz de dirigir los designios del Levante desde el banquillo en calidad de entrenador sería algo así como cerrar la cuadratura del círculo.

A veces me da por meditar y como dice mi amigo Dani Hermosilla, cuando se dedica a reflexionar, hasta yo mismo me doy miedo. Este pensamiento me asaltó mientras estaba en la rueda de prensa de despedida de Paco López como técnico del Levante. Fue el pasado lunes en la sala de prensa del Ciutat. Me asaltó de repente. Sin previo aviso como sucede con las cosas más triviales o como sucede con las cosas más trascendentales.

Yo estaba pendiente de las reflexiones del míster, pero me fui abstrayendo del entorno. Paco López era la confirmación del dogma de la Santísima Trinidad aplicada al caso del Levante. Desde la antigua grada central siguió las vicisitudes del colectivo granota como seguidor en un periodo de penurias, defendió el escudo de la camiseta azulgrana en la franja intermedia de los noventa, y tuvo un desembarco frenético como entrenador en la recta final de la campaña 2017-2018. Resulta que Paco López es Uno y Trino y yo sin caer en esa apreciación. Padre, hijo y espíritu santo. Aficionado, jugador y entrenador del Levante y encantando serlo como reflejó en diversos pasajes durante una alocución en la que acentuó su condición de levantinista.

Espero no herir susceptibilidades con esta semejanza escogida. No es mi intención. Puestos a pensar, imaginé que el Levante en lugar de estar vinculado a la ciudad de Valencia estaba adscrito al departamento argentino de Avellaneda. Sería el Levante U.D. de Avellaneda. Ya sé que es una quimera, pero son los peligros de dejar que tu pensamiento logre emanciparse de tu mente para seguir su libre albedrío. Paco López si fuera argentino tendría una estatua en la entrada principal del estadio de turno u ocuparía un lugar de honor en alguna zona preminente. En cualquier caso, sería un personaje reconocido y laureado.

Paco siempre ha sido uno de los nuestros; en la riqueza y en la pobreza. He leído en las últimas semanas algunos comentarios en foros granotas sobre su figura que resultan hirientes. Ya sé que no soy el más indicado para evaluar el paso de Paco López por el Levante, al menos desde un prisma emocional. Tuve la suerte de coincidir con él en mi etapa última como jefe de prensa del primer equipo. Apenas fueron unos meses, pero fue tiempo suficiente para reconocer el tipo de persona que es Paco López.

Tiene todo lo que en muchas ocasiones se echa de menos en este fútbol tan mercantilizado y tan distanciado del mundo más real; normalidad. Normalidad para dirigirse a sus colaboradores más cercanos, normalidad para afrontar los problemas diarios, normalidad para dirigirse a los medios de comunicación, normalidad para atender a los aficionados, normalidad para digerir el éxito y metabolizar el fracaso porque en el fútbol la frontera entre el éxito y el fracaso es angosta y hay que estar preparado para aguantar esa dualidad. Normalidad para afrontar una vida que, en ocasiones, te pega unos sopapos que te permiten evaluar todo desde un prisma diferente.

Por suerte su legado deportivo se defiende solo. Eso lo saben los granotas y los que no son granotas, los que nos sentimos muy cercanos a él y sus acérrimos detractores. Capitaliza el ranking de los entrenadores que encadenan mayor número de temporadas en la historia del club, es el técnico con más partidos en Primera División, también es el técnico con mayor número de partidos en el banquillo granota en cualquier división y es el preparador con más victorias en la principal categoría. La estadística es demoledora. En este ciclo podríamos componer una clasificación extensa de confrontaciones que pasarán a los anales de la historia levantinista. En su expediente caben victorias titánicas ante el Real Madrid, Barcelona, Atlético o Valencia. Su huella será imperecedera y se dimensionará al paso del tiempo.

Creo que nos acordaremos de Paco López y también de su propuesta futbolística tan arriesgada y, a veces, tan temeraria a los ojos de los granotas. Hemos sufrido y hemos reído. Nos hemos emocionado y hemos sentido el orgullo de pertenencia al Levante. Tengo la impresión de que no hemos sido capaces de disfrutar en su máxima expresión del presente. Tranquilos, forma parte del ciclo de la vida. Creo que tendemos a sentirnos felices en la infelicidad. Es algo consustancial a la condición humana. Y el fútbol forma parte de la condición humana.

Nunca me han gustado las despedidas, aunque me colé en el adiós de Paco López. El aplauso sincero y holgado de los allí congregados ratifica el respeto ganado. Cuando pienso en las despedidas me viene a la cabeza una imagen, que se repite, en un andén de una antigua estación de tren. No soy yo. Es un hombre vestido con un traje de los años cincuenta que marcha. Todo lo que le rodea es melancolía. No sé la razón, pero me viene ese pensamiento. Cuando era pequeño me invadía la tristeza cuando me despedía de mis amigos de Alfara de Algimia (hoy de la Baronía) al final del verano porque sabía que no los volvería a ver hasta el verano siguiente. Por fortuna pienso que volveré a ver a Paco López en el banquillo granota.  

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